Introducción

“Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios…” — 2 Timoteo 3:16

El origen de la Biblia es Dios; fue Dios quien, por medio de Su Espíritu, primero infundió Sus palabras de revelación al soplar en los autores de las Escrituras y luego las exhaló desde el interior de ellos. Lo que fue exhalado no solamente fueron palabras, sino también espíritu.

El contenido de la Biblia es tanto extenso como inclusivo; los dos aspectos principales de este contenido son la verdad y la vida. La verdad nos trae la revelación y el conocimiento de todas las realidades en el universo, tales como la realidad de Dios, la realidad del hombre, la realidad del universo, la realidad de las cosas de la era actual, de la era venidera y de la era eterna, y en particular, la realidad del Cristo a quien Dios designó y la iglesia que Él escogió. La vida es Dios mismo, quien viene para ser nuestra vida a fin de que seamos regenerados, crezcamos y seamos transformados y conformados a la imagen de Cristo, quien expresa a Dios, a fin de que lleguemos a ser la expresión de Dios.

La primera función de la Biblia es la de testificar con respecto a Cristo. Cristo es el tema y contenido de la Biblia, y la Biblia es la explicación y expresión de Cristo. Cristo es la Palabra viviente de Dios, y la Biblia es Su Palabra escrita. Sin Cristo —la Palabra viviente— como realidad, las palabras escritas de la Biblia son sólo doctrinas vacías y letras vanas. No obstante, sin que la palabra escrita de la Biblia sea Su expresión, Cristo, la Palabra viviente, sería abstracto e intangible. Por tanto, debemos leer la Biblia si deseamos conocer a Cristo.

Witness Lee, Lecciones de vida, págs. 32-34