Con tantas traducciones del Nuevo Testamento ya disponibles, ¿existe la necesidad de otra traducción? La razón por la cual la Versión Recobro del Nuevo Testamento es necesaria es que ha habido un recobro progresivo de la verdad entre los hijos de Dios. La verdad ha sido revelada gradualmente a lo largo de las eras, y en cada era el nivel de revelación ha afectado el entendimiento de la Biblia así como la traducción de la misma. Toda traducción conlleva necesariamente el entendimiento de sus traductores. Al poner el texto antiguo en consonancia con un idioma moderno, los traductores deben primero entender el original en términos del original y, en muchos casos, interpretar el original. Así pues, cada traducción es un registro del entendimiento del texto original por parte de los traductores. Después de 70 años de estudio de la Biblia, nosotros también tenemos un entendimiento del texto antiguo. En muchos pasajes nuestro entendimiento depende de y corresponde a lo que nos ha sido transmitido a lo largo de los siglos, pero debemos admitir que hemos visto cosas que no todos ven hoy. Es debido a nuestro entendimiento de la verdad que nos hemos visto obligados a traducir el texto conforme a lo que el Señor nos ha mostrado. Todos los principales grupos de traducción de la Biblia entienden este principio.
La Versión Recobro se ajusta a una filosofía particular de traducción de la Biblia que ciertamente no está de moda hoy en día. Cada traducción de la Biblia corporifica una filosofía acerca de lo que es la Biblia, acerca de la relación de sus escritores con Dios, e incluso acerca de Dios mismo. La tendencia actual se aleja de una traducción más literal del texto antiguo hacia una más literaria; las traducciones más nuevas buscan hacer que la Biblia sea fácil de leer y entender. Pero aunque ciertamente no aspiramos a una traducción poco clara, sostenemos que las cosas profundas de Dios no son simples para el lenguaje humano, que la mente de Cristo no es superficial ni fácil de explicar, y que el contenido de la Biblia no viene simplemente por medio de nuestras interpretaciones, sino por el Espíritu mediante palabras espirituales. Nuestro punto de vista sobre la traducción de la Biblia refleja las palabras de Pablo a los corintios en cuanto al ministerio en general: “Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, interpretando lo espiritual con palabras espirituales” (1 Co. 2:13). Nuestras palabras, nuestra traducción, deben ser con palabras espirituales. De lo contrario, sostenemos que el Espíritu no tendrá forma ni responsabilidad alguna de comunicar las cosas espirituales de la Biblia a nuestros lectores. Admitimos que este tipo de traducción a veces no es la más fácil de leer o comprender, pero nos vemos obligados a sacrificar la lectura fácil por una verdad más profunda. Aunque estamos a favor de la lectura informal de la Biblia, sostenemos que la Biblia debe ser estudiada cuidadosamente y, por tanto, la traducimos del mismo modo, tratando de dejar en nuestro trabajo los puntos finos expresados en el original.
La Versión Recobro corporifica una multitud de decisiones sobre la forma original del texto griego. Toda traducción importante del Nuevo Testamento sigue en su mayor parte la edición aceptada del texto griego de su época, pero no se espera que ninguna traducción acepte todas las decisiones de las ediciones griegas. Los traductores deben lidiar con la cuestión del manuscrito a su propia satisfacción. Si bien la Versión Recobro sigue en su mayor parte la edición 26 de Nestle-Aland, se ha apartado aquí y allá basándose en el estudio y consideración de los manuscritos por parte de sus traductores. Por tanto, el texto griego subyacente a la Versión Recobro es único, incluso si se acerca bastante a la edición escolástica aceptada en la época.
La Versión Recobro del Nuevo Testamento tiene varios componentes críticos que ninguna otra versión puede ofrecer: extensas notas de pie de página que recalcan la revelación de la verdad, la luz espiritual y el suministro de vida; bosquejos detallados de cada libro que expresan el significado espiritual hallado en cada libro; y referencias paralelas que no sólo llevan a versículos con expresiones similares, sino también a pasajes que contienen una revelación espiritual relacionada. Estos componentes no podían adjuntarse a ninguna versión existente porque el lenguaje de las versiones anteriores es demasiado arcaico para nuestros propósitos y las restricciones de derechos de autor de las versiones más nuevas prohíben que las empleemos de esa manera. Por tanto, desde las perspectivas lingüística y legal necesitamos nuestro propio texto del Nuevo Testamento al cual podamos adjuntar estos componentes.
La traducción de la Biblia es uno de los mayores esfuerzos que los cristianos pueden emprender, no sólo a idiomas que carecen de una traducción apropiada de las Escrituras, sino incluso a idiomas que ya cuentan con varias buenas traducciones. Tal esfuerzo, lejos de evidenciar un deseo simplemente de “ser diferentes” o indicar desdén por lo que otros han hecho previamente, manifiesta una seriedad en el estudio de la Biblia y un amor por la Palabra de Dios que corresponde a todos los creyentes. Como discípulos del Señor, deberíamos estudiar diligentemente la Biblia en la mayor medida posible, dependiendo de los dones que Dios en Su gracia nos haya dado. Si podemos hacerlo, deberíamos incluso ir tan lejos como traducir las Escrituras por nuestra cuenta a fin de entender mejor el texto y aprehender mejor la luz contenida en la Palabra de Dios. Si Dios nos ha permitido ahondar en Su Palabra tan profundamente, hacemos bien en laborar en Su Palabra hasta este grado, porque al traducir de los idiomas originales de la Biblia, nos sumergimos tanto en el texto que sólo podremos percibir mejor lo que el Espíritu de Dios nos está diciendo en Su Palabra. La Biblia es el único libro que merece ser traducido una y otra vez, y cada nueva traducción brinda a los creyentes un mejor acceso a la verdad contenida en Su Palabra. Al traducir apropiadamente la Biblia, no disminuimos su valor ni su impacto; al contrario, glorificamos la Palabra de Dios y, por tanto, a su Autor Supremo.
El ímpetu por traducir la Biblia es casi tan antiguo como la Biblia misma. Incluso en una época tan temprana como la de Nehemías, la traducción de las Escrituras se hizo necesaria para el pueblo de Dios, y la Biblia misma registra que Esdras, el escriba, con muchos asistentes, “leían en el libro, en la ley de Dios, interpretando y dando el sentido, para que [el pueblo] comprendieran la lectura” (Neh. 8:8). Sabemos que “interpretando y dando el sentido” en parte se refiere a traducir las palabras de la Escritura del hebreo al arameo, el idioma de los exiliados que regresaron; por tanto, la Biblia misma valida su necesidad de traducción.
Más tarde, después que se escribió el canon del Antiguo Testamento y los judíos fueron dispersados por las tierras mediterráneas, los eruditos judíos realizaron la primera traducción completa de las Escrituras hebreas en griego entre mediados del siglo III y finales del siglo II a. C. En su mayor parte, las citas del Antiguo Testamento contenidas en el Nuevo Testamento se extraen de esta traducción, llamada la Septuaginta, y por esto nuevamente la Biblia valida la necesidad de su propia traducción.
Aunque la iglesia primitiva, que existía en un mundo predominantemente de habla griega, generalmente no requería la traducción del Nuevo Testamento griego, la traducción a varios de los otros idiomas del Imperio romano comenzó en una época temprana y fue generalizada. Se produjeron traducciones de las Escrituras en siríaco, copto, etíope, georgiano y armenio para las necesidades de la iglesia en expansión. Y para la creciente iglesia en el Occidente, aparecieron varias traducciones al latín, las cuales variaban en calidad. A finales del siglo IV, la necesidad de una sola traducción común al latín motivó a Jerónimo a producir su espectacular Vulgata, la traducción de las Escrituras que sostuvo a la iglesia en el Occidente por más de mil años, mucho más allá de los tiempos de la Reforma. Aunque normalmente pensamos de la Reforma como un periodo de florecimiento de las traducciones de la Biblia, la Vulgata de Jerónimo en realidad sirvió como plataforma bíblica para el mover del Señor en aquella época, puesto que gran parte de los escritos polémicos de esta época estaban en latín y dependían de la traducción de la Biblia al latín hecha por Jerónimo. Además, muchas de las primeras traducciones de las Escrituras al inglés se hicieron, no a partir del griego ni del hebreo como se esperaría, sino a partir de la obra monumental y clásica de Jerónimo al latín. Por ejemplo, la traducción de la Biblia de Wycliffe a principios del siglo XIV, la primera en Europa en casi mil años, se basaba en la Vulgata de Jerónimo. Pero es cierto que los reformadores protestantes, armados de un recobro particular de la luz y la verdad en las Escrituras, se dieron a la tarea de traducir la Biblia a las lenguas de los europeos con todo su vigor. Lutero, fácilmente la figura más predominante en la Reforma, fue también fácilmente el traductor de la Biblia más influyente de todos los tiempos. Su enfoque de la traducción de la Biblia al alemán, completada en 1534, influyó en varios traductores en otros idiomas, incluyendo a William Tyndale, quien, alrededor del mismo tiempo, fue el primero en traducir la Biblia al inglés completamente a partir de sus idiomas originales.
A medida que avanzó el recobro de la verdad a lo largo de los siglos, los estudiantes serios de la Biblia se dieron a la tarea de traducir las Escrituras, ya sea como un ejercicio personal o como versiones completamente ejecutadas (p. ej., J. N. Darby, Conybeare y Howson, Henry Alford, Kenneth Wuest). Su devoción y amor por la Biblia hizo posible una gran variedad de buenas traducciones que han brindado inmensa ayuda a aquellos estudiantes igualmente serios que no han podido traducir las Escrituras por sí mismos. En nuestros tiempos, también nosotros nos hemos acercado a la Palabra de Dios con seriedad y diligencia. Tanto Watchman Nee como Witness Lee deseaban estudiar la Biblia a fondo, a fin de que el Señor abriera la Palabra ricamente entre nosotros. Si bien Watchman Nee algunas veces tradujo porciones breves de las Escrituras para sus mensajes, fue Witness Lee quien se dio cuenta de la gran necesidad y reconoció el gran beneficio de traducir la Biblia por nosotros mismos y para nosotros mismos. En 1974, cuando se embarcó en el estudio-vida de la Biblia, él inició la obra de traducir el Nuevo Testamento al inglés, dirigiendo a un pequeño equipo para que tradujera del idioma original a medida que el estudio-vida avanzaba a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Numerosas mejoras en la traducción del texto y un aumento apreciable en el cuerpo de las notas de pie de página se publicaron en una edición revisada en 1991.
Adoramos al Señor por haber puesto en los corazones de tantos de Sus creyentes un amor genuino por Su Palabra, y también por habernos permitido prestar atención a las Escrituras en la medida en que lo hemos hecho. Lo alabamos porque, por medio de Sus siervos Watchman Nee y Witness Lee, Él nos ha abierto las inagotables riquezas de la Biblia y nos ha conducido a las profundidades de la revelación divina. Le agradecemos que por Su gracia tuvimos la oportunidad de traducir toda la Biblia y poner la Versión Recobro en las manos de aquellos que aman al Señor y le buscan. ¡Que el Señor bendiga a cada uno de Sus lectores!