Mateo 1:1
Libro de la genealogía de 1Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
11 El primer nombre que se menciona en el Nuevo Testamento y también el último (Ap. 22:21) es Jesús, lo cual demuestra que el tema y el contenido del Nuevo Testamento es Jesucristo.
La Biblia es un libro de vida, y esta vida es una persona viviente, el Cristo maravilloso y todo-inclusivo. El Antiguo Testamento presenta un cuadro en tipos y en profecías de esta maravillosa persona como Aquel que había de venir. Ahora, en el Nuevo Testamento, esta maravillosa persona ha venido. La primera página del Nuevo Testamento, al recomendarnos a esta maravillosa persona, nos da Su genealogía. Esta genealogía puede considerarse como un resumen del Antiguo Testamento, el cual en sí es una versión detallada de la genealogía de Cristo. Para entender la genealogía que se encuentra en Mateo, es necesario remontarse al origen y a la historia de cada incidente.
Cristo, como el admirable centro de toda la Biblia, es todo-inclusivo y tiene muchos aspectos. Al comienzo del Nuevo Testamento se presentan cuatro biografías que describen los cuatro aspectos principales del Cristo todo-inclusivo. El Evangelio de Mateo testifica que Él es el Rey, el Cristo de Dios, del cual se habló en las profecías del Antiguo Testamento, y quien trae a la tierra el reino de los cielos. El Evangelio de Marcos nos dice que Él es el Siervo de Dios, que trabaja fielmente para Dios. El relato de Marcos es muy sencillo, porque un siervo no amerita una genealogía detallada. El Evangelio de Lucas presenta una descripción completa de Él como el único hombre cabal y normal que ha vivido en la tierra; como tal, Él es el Salvador de la humanidad. El Evangelio de Juan revela que Él es el Hijo de Dios, Dios mismo, quien es vida para el pueblo de Dios.
2 Timoteo 3:16
Toda la Escritura es dada por el 2aliento de Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.
162 Esto indica que la Escritura, la palabra de Dios, es el aliento que sale de Su boca. El hablar de Dios es Su exhalación. Por lo tanto, Su palabra es espíritu (Jn. 6:63), o aliento. Así que, la Escritura es la corporificación de Dios el Espíritu. El Espíritu es, por lo tanto, la esencia misma, la sustancia, de la Escritura, así como el fósforo es la sustancia esencial de los cerillos. Debemos encender el Espíritu de la Escritura al contactarla con nuestro espíritu para obtener el fuego divino.
La Escritura (la palabra de Dios) es la corporificación de Dios el Espíritu y, como tal, también es la corporificación de Cristo. Cristo es la Palabra viviente de Dios (Ap. 19:13), y la Escritura es la palabra escrita de Dios (Mt. 4:4).
2 Corintios 13:14
La 1gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
141 La gracia del Señor es el Señor mismo dado a nosotros como vida para nuestro disfrute (Jn. 1:17 y la nota 1; 1 Co. 15:10 y la nota 1); el amor de Dios es Dios mismo (1 Jn. 4:8, 16) como la fuente de la gracia del Señor; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como la transmisión de la gracia del Señor con el amor de Dios para que participemos de ellos. Éstos no son tres asuntos separados, sino tres aspectos de una sola cosa, tal como el Señor, Dios y el Espíritu Santo no son tres Dioses separados sino tres “hipóstasis…del mismo y único Dios indiviso e indivisible” (Philip Schaff).
....Poco antes de ser crucificado en la carne y ser resucitado para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), Él reveló Su misteriosa Trinidad a Sus discípulos en palabras claras (Jn. 14—17), afirmando que el Hijo está en el Padre y que el Padre está en el Hijo (Jn. 14:9-11), que el Espíritu es la transfiguración del Hijo (Jn. 14:16-20), que los tres, quienes simultáneamente coexisten y son coinherentes, permanecen en los creyentes para que éstos le disfruten (Jn. 14:23; 17:21-23), y que todo lo que el Padre tiene pertenece también al Hijo, y todo lo que el Hijo posee es recibido por el Espíritu para declarárselo a los creyentes (Jn. 16:13-15). Dicha Trinidad está completamente relacionada con la impartición del Dios procesado en Sus creyentes (Jn. 14:17, 20; 15:4-5) para que ellos sean uno en el Dios Triuno y uno con Él (Jn. 17:21-23).
...En la Trinidad Divina, todos los creyentes, judíos y gentiles, tienen acceso a Dios el Padre, por medio de Dios el Hijo, en Dios el Espíritu (Ef. 2:18). Esto indica que los tres simultáneamente coexisten y son coinherentes, aun después de pasar por los procesos de encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección.
Juan 1:1-2
En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Aquel que es la Palabra estaba 2en el principio con Dios.
22 En el principio, es decir, desde la eternidad pasada, la Palabra estaba con Dios. Esto es contrario a lo que algunos suponen, que Cristo no estaba con Dios y que no era Dios desde la eternidad pasada, y que en cierto momento Cristo llegó a ser Dios y a estar con Dios. En efecto, la deidad de Cristo es eterna y absoluta. Desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, Él está con Dios y es Dios. Es por eso que este evangelio, a diferencia de los de Mateo (cap. 1) y Lucas (cap. 3), no presenta la genealogía de Cristo (He. 7:3).
Lucas 1:35
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te 2cubrirá con su sombra; por eso también lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
352 Tal concepción proveniente del Espíritu Santo en la virgen humana, realizada tanto con la esencia divina como con la humana, constituye una mezcla de la naturaleza divina con la naturaleza humana, lo cual produjo un Dios-hombre, uno que es el Dios completo y el hombre perfecto, y que posee la naturaleza divina y la naturaleza humana de manera distinguible, sin haberse producido una tercera naturaleza. Ésta es la persona de Jesús, la más maravillosa y más excelente.
Juan 1:14
Y la Palabra se hizo 2carne, y fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), llena de gracia y de realidad.
142 [Cristo] era un Dios-hombre sin pecado, el Dios completo y el hombre perfecto, con dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. Aunque estas dos naturalezas se mezclaron y así produjeron el Dios-hombre, las características individuales de las dos naturalezas permanecieron distintas; las dos naturalezas no se combinaron formando una tercera naturaleza. Más bien, la naturaleza divina habitó en la naturaleza humana y fue expresada a través de ésta, llena de gracia, la cual es Dios disfrutado por el hombre, y llena de realidad, la cual es Dios obtenido por el hombre.
1 Juan 4:3
y todo 1espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.
31 El espíritu de un falso profeta, el cual es activado por el espíritu de engaño; tal espíritu no confiesa que Jesús vino en la carne. Éste es el espíritu de error de los docetas. Este nombre se deriva de la palabra griega que significa parecer, tener apariencia de. La opinión herética de los docetas era que Jesucristo no era un verdadero ser humano, sino que simplemente tenía la apariencia de tal; según ellos, Él era sólo un fantasma. El docetismo estaba mezclado con el gnosticismo, el cual enseñaba que la materia era esencialmente mala. Por lo tanto, los docetas enseñaban que, puesto que Cristo es santo, Él no pudo haber tenido la contaminación de la carne humana. Ellos enseñaban que el cuerpo de Jesús no era de carne y sangre físicas, sino que era meramente un fantasma ilusorio y pasajero, y que por lo mismo Él no sufrió, ni murió, ni resucitó. Tal herejía socava no solamente la encarnación del Señor, sino también Su redención y Su resurrección. El docetismo era una característica de los primeros anticristianos que fomentaban el error, y a quienes Juan tenía en mente aquí y en 2 Jn. 7. Indudablemente el espíritu de tales personas no procede de Dios. Éste es el espíritu del anticristo.
Hebreos 9:14
¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el 2Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo?
142 En la cruz, Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios en Su cuerpo humano (10:5, 10), el cual estaba limitado por el tiempo. Sin embargo, Él se ofreció por medio del Espíritu eterno, el cual está en la eternidad y no está limitado por el tiempo. Por lo tanto, a los ojos de Dios, Cristo como Cordero de Dios fue inmolado desde la fundación del mundo (Ap. 13:8). Él se ofreció a Sí mismo de una vez y para siempre (7:27), y la redención consumada por medio de Su muerte es eterna (v. 12), y tiene un efecto eterno. El alcance de Su obra redentora cubre por completo todo lo que alcanzó el pecado.
Lucas 24:46-47
y les dijo: Así está escrito que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; y que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el 1perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
471 El perdón de los pecados solamente podía ser proclamado después que se hubiese realizado la muerte vicaria del Salvador-Hombre por los pecados de los hombres, y después que hubiese sido validada por Su resurrección (v. 46; cfr. Ro. 4:25).
Hechos 1:10-11
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, mientras Él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones de Galilea, ¿por qué os quedáis mirando al cielo? Este Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la 4misma manera que le habéis visto ir al cielo.
114 Cristo ascendió al cielo desde el monte del Olivar (v. 12) y fue llevado por una nube, de un modo visible al ojo humano. Él volverá al mismo monte (Zac. 14:4) en una nube (Mt. 24:30), también visiblemente.
1 Timoteo 2:5
Porque hay un 1solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús 3hombre.
51 Aunque Dios es triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— Él es un solo Dios, no tres Dioses, contrario a lo que muchos cristianos erróneamente consideran y creen.
53 El Señor Jesús era Dios desde la eternidad (Jn. 1:1). En el tiempo Él se hizo hombre por medio de la encarnación (Jn. 1:14). Mientras Él vivía en la tierra como hombre, Él también era Dios (3:16). Después de Su resurrección, Él seguía siendo hombre y también Dios (Hch. 7:56; Jn. 20:28). Por lo tanto, Él es el único apto para ser el Mediador, el que media entre Dios y el hombre.
Mateo 6:9-10
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea 2Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
92 En la oración que el Señor puso como ejemplo, las tres primeras peticiones implican la Trinidad de la Deidad: “Santificado sea Tu nombre” está relacionado principalmente con el Padre; “Venga Tu reino”, con el Hijo; y “Hágase Tu voluntad”, con el Espíritu. Esto se cumple en esta era y se cumplirá completamente en la era del reino venidero, cuando el nombre de Dios será excelente en toda la tierra (Sal. 8:1), cuando el reinado sobre el mundo pasará a Cristo (Ap. 11:15), y cuando la voluntad de Dios será realizada.
Juan 16:13-15
Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os 1guiará a toda la realidad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os dará a conocer las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque recibirá de lo Mío, y os lo dará a conocer. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío, y os lo dará a conocer.
131 La obra del Espíritu es primeramente redargüir al mundo. En segundo lugar, como Espíritu de realidad, guía a los creyentes a toda la realidad; es decir, hace que todo lo que el Hijo es y tiene sea real para los creyentes. Todo lo que el Padre es y tiene está corporificado en el Hijo (Col. 2:9), y todo lo que el Hijo es y tiene es dado a conocer como realidad a los creyentes mediante el Espíritu (vs. 14-15). Esta declaración es la glorificación del Hijo con el Padre. Por lo tanto, tiene que ver con el Dios Triuno forjado en los creyentes y mezclado con ellos. En tercer lugar, el Espíritu da a conocer las cosas que han de venir, las cuales se revelan principalmente en Apocalipsis (Ap. 1:1, 19). Los tres aspectos de la obra del Espíritu corresponden a las tres secciones de los escritos de Juan: su evangelio, sus epístolas y el Apocalipsis.
Romanos 3:23-24
porque todos han pecado, y carecen de la gloria de Dios, siendo 1justificados 2gratuitamente por Su gracia, mediante la 3redención que es en Cristo Jesús,
241 La justificación es la acción de Dios por la cual Él aprueba a las personas conforme a Su norma de justicia. Dios puede hacer esto basándose en la redención de Cristo.
242 Debido a que Cristo pagó el precio por nuestros pecados y en Su redención satisfizo todos los requisitos que Dios nos había impuesto, Dios, por ser justo, tiene que justificarnos gratuitamente. Tal justificación es por la gracia de Dios, no por nuestras obras.
243 Redimir es volver a comprar a cierto precio. Nosotros originalmente pertenecíamos a Dios pero nos perdimos mediante el pecado. Los requisitos de la santidad, de la justicia y de la gloria de Dios que pesaban sobre nosotros eran tan grandes que era imposible satisfacerlos. Sin embargo, Dios pagó el precio por nosotros mediante Cristo, recuperándonos a gran precio. Cristo murió en la cruz para redimirnos (Gá. 3:13; Tit. 2:14; 1 P. 2:24; 3:18); Su sangre obtuvo eterna redención para nosotros (1 P. 1:18-19).
1 Pedro 1:3
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha 4regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
34 La regeneración, al igual que la redención y la justificación, es un aspecto de la plena salvación de Dios. La redención y la justificación resuelven el problema que tenemos con Dios y nos reconcilian con Él; la regeneración nos vivifica con la vida de Dios, llevándonos a una relación de vida, una unión orgánica, con Dios. Por consiguiente, la regeneración da por resultado una esperanza viva. Tal regeneración es efectuada por medio de la resurrección de Cristo de entre los muertos. “La resurrección de Cristo, la cual nos trae la vida y el don del Espíritu vivificante, es lo que hace posible que el nuevo nacimiento llegue a ser una esperanza viva” (Alford).
Romanos 8:16
El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que 3somos hijos de Dios.
163 Tal testimonio nos declara y nos asegura que somos hijos de Dios, que poseemos Su vida; también nos limita y nos restringe a vivir y andar según esta vida, en conformidad con el hecho de que somos hijos de Dios. El Espíritu da testimonio de la relación más básica y fundamental que tenemos con Dios, a saber, que somos Sus hijos; no da testimonio de que somos Sus hijos maduros ni Sus herederos. Por lo tanto, el testimonio del Espíritu comienza en el momento de nuestro nacimiento espiritual, nuestra regeneración.
Jacobo 1:26
Si alguno se cree religioso, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la 1religión del tal es vana.
261 Lo escrito por Jacobo tocante a la economía neotestamentaria de Dios no es tan sobresaliente como lo escrito por Pablo, Pedro y Juan. Pablo se centra en el hecho de que Cristo vive y es formado en nosotros (Gá. 2:20; 4:19), y de que Cristo es magnificado en nosotros y expresado en nuestro vivir (Fil. 1:20-21), para que nosotros los que formamos la iglesia, Su Cuerpo, lleguemos a ser Su plenitud, Su expresión (Ef. 1:22-23). Pedro da énfasis al hecho de que Dios nos regeneró por medio de la resurrección de Cristo (1 P. 1:3), haciéndonos así participantes de Su naturaleza divina, para que llevemos una vida de piedad (2 P. 1:3-7) y seamos edificados como casa espiritual para expresar Sus virtudes (1 P. 2:5, 9). Juan recalca la vida eterna, la cual nos fue dada para que tengamos comunión con el Dios Triuno (1 Jn. 1:2-3), y el nacimiento divino, el cual introduce en nosotros la vida divina como la semilla divina para que llevemos una vida semejante a la de Dios (1 Jn. 2:29; 3:9; 4:17) y seamos la iglesia, un candelero, la cual lleva el testimonio de Jesús (Ap. 1:9, 11-12) y tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén para expresar a Dios por la eternidad (Ap. 21:2-3, 10-11).
2 Pedro 1:4
por medio de las cuales Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, 5habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
45 El apóstol [Pedro] en su primera epístola les dijo a los creyentes que Cristo los había redimido de su vana manera de vivir (1 P. 1:18-19), y que por eso ellos debían abstenerse de los deseos carnales (1 P. 2:11) y ya no vivir en la carne, en las concupiscencias de los hombres (1 P. 4:2). Ahora en su segunda epístola les revela la energía, la fortaleza, que les da la capacidad de escapar de la corrupción de la concupiscencia, así como el resultado de tal escape. La energía es la virtud de la vida divina, y el resultado consiste en que los creyentes participan de la naturaleza divina de Dios y así disfrutan de todas las riquezas de lo que es el Dios Triuno. Al participar nosotros de la naturaleza divina y al disfrutar de todo lo que Dios es, todas las riquezas de la naturaleza divina serán totalmente desarrolladas, como se describe en los vs. 5-7. Habiendo escapado de la corrupción de la concupiscencia que predomina en el mundo y habiendo así eliminado lo que impedía el crecimiento de la vida divina en nosotros, somos librados para ser participantes de la naturaleza divina y para disfrutar al máximo sus riquezas al desarrollarse ella por la virtud de Dios que nos lleva a Su gloria.
Apocalipsis 21:2
Y vi la santa ciudad, la 1Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido.
21 La última señal [en el libro de Apocalipsis], que también es la mayor, es la Nueva Jerusalén, la cual representa la totalidad de los redimidos de Dios a lo largo de todas las generaciones, quienes han sido regenerados, transformados y glorificados. No se trata de una ciudad material sin vida, sino de una persona corporativa y viviente, quien es la novia cuyo Marido es Cristo, una persona maravillosa (v. 2).
La Nueva Jerusalén es una entidad viviente compuesta de todos los santos que Dios ha redimido a lo largo de todas las generaciones. Es la novia de Cristo como Su complemento (Jn. 3:29), y la ciudad santa de Dios como Su morada, Su tabernáculo (v. 3). Ésta es la Jerusalén celestial (He. 12:22), la cual Dios ha preparado para nosotros y la cual Abraham, Isaac y Jacob esperaban con anhelo (He. 11:10, 16). Ésta es también la Jerusalén de arriba, la cual es nuestra madre (Gá. 4:26). Como novia de Cristo, la Nueva Jerusalén proviene de Cristo, su Marido, y llega a ser Su complemento; del mismo modo en que Eva provino de Adán, su marido, y llegó a ser su complemento (Gn. 2:21-24). Como novia de Cristo, ella se prepara participando de las riquezas de la vida y naturaleza de Cristo. Como la ciudad santa de Dios, ella es completamente santificada para Dios y es completamente saturada de la naturaleza santa de Dios a fin de ser Su morada.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios compara a Su pueblo escogido con una esposa (Is. 54:6; Jer. 3:1; Ez. 16:8; Os. 2:19; 2 Co. 11:2; Ef. 5:31-32) y con una morada para Sí mismo (Éx. 29:45-46; Nm. 5:3; Ez. 43:7, 9; Sal. 68:18; 1 Co. 3:16-17; 6:19; 2 Co. 6:16; 1 Ti. 3:15). La esposa es quien le satisface en amor, y la morada es donde halla Su descanso en expresión. Ambos aspectos tendrán su consumación en la Nueva Jerusalén. En ella, Dios tendrá satisfacción absoluta en amor y un total descanso en expresión por la eternidad.
Romanos 14:3
El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque 2Dios le ha recibido.
32 La base sobre la cual recibimos a los creyentes es que Dios los ha recibido. Dios recibe a la gente conforme a Su Hijo. Cuando una persona recibe al Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, como su Salvador, inmediatamente Dios recibe a tal persona y la introduce en el disfrute del Dios Triuno y de todo lo que Él ha preparado y realizado en Cristo para nosotros. Debemos recibir a otros de la misma manera y no debemos ser más estrictos que Dios. No importa cuánto difieran de nosotros en cuanto a conceptos doctrinales o prácticas religiosas, los debemos recibir. Cuando recibimos a otros conforme a Dios y no conforme a la doctrina o la práctica, mostramos y mantenemos la unidad del Cuerpo de Cristo.